Como cualquier otra industria, la de los videojuegos se rige por parámetros muy estrictos, especialmente para los procesos de desarrollo, pues todo estudio debe atenerse a presupuestos ajustados y tiempos de entrega sumamente específicos; cuando alguno de estos componentes falla, los resultados pueden ser desastrosos. El fracaso de Duke Nukem Forever fue un perfecto ejemplo de lo que pasa cuando los juegos tardan demasiado en salir, y para Sean Reardon, productor sénior en Gearbox Software y encargado de la realización de Borderlands 2, esa es la razón de que deban fijarse límites.
No es secreto que en su posición de creativos, a numerosos desarrolladores les fascinaría tener tiempo de sobra para dedicar en sus proyectos, y no tener la presión constante de un distribuidor, algo similar a lo que se da dentro del ámbito independiente, pero en opinión de Reardon, esa situación tan holgada no haría sino crear un caos. Y es que según el productor, el compromiso a fechas de entrega asegura una mayor calidad, ya que hacen falta limitaciones para estimular la creatividad, y de tener tiempo ilimitado, muchas veces habría redundancia en los primeros bocetos. Dicho de otro modo, se enfocarían tanto en pulir el concepto, que nunca llegarían a la fase de construcción y en consecuencia, no habría juego.
Por supuesto, el dinero puede hacer maravillas en la contratación de más personal, mejor tecnología o talentos con mayores virtudes, así como una campaña impactante y hasta actores reconocidos que presten sus voces, pero el razonamiento de Reardon dicta que con la abundancia monetaria, se elimina la pasión, y uno de los desafíos más interesantes al desarrollar que es aprovechar los recursos finitos para crear algo sorprendente.
La filosofía de Reardon se expone válida, aunque Team Bondi con L.A. Noire nos muestra el otro lado de la moneda, evidenciando que extenuar a la gente para cumplir una meta, también tiene repercusiones negativas.
Comentarios
Mejores
Nuevos