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¿Cómo imaginas la vida de un personaje de videojuego cuando no estás controlando sus movimientos y desaparece tras el telón de pixel? Probablemente continúe empeñosamente la labor en que estaba cuando lo abandonaste, pero también puede ser que simplemente se tome un merecido respiro de tus incesantes botonazos. Entre incontables posibilidades, Ralph, El Demoledor retrata la más emotiva y memorable al mostrarnos el lado humano de los protagonistas digitales, aprovechando la pantalla grande para rendir tributo a la cultura del videojuego y contribuir a la familiarización de toda clase de público con el entretenimiento del pixel.
Para continuar con lo que parece convertirse en tendencia dentro de las películas de animación, esta no es la historia del héroe estereotípico, sino de un villano o al menos de un personaje cuyo empleo es pretender serlo. Durante 30 años Fix-It Felix Jr. se ha mantenido como el clásico favorito en un local de arcade, su protagonista, el carismático y siempre servicial Felix triunfa contra el caos cada día, una y otra vez, y por su valiosa labor de arreglar los desperfectos es amado por todos. Por el contrario, Ralph, el demoledor, tiene un estilo de vida en el que siempre le toca perder, y pese a su constante esfuerzo de destruirlo todo, tal como le ordenaron, nunca, nadie, le tiene aprecio. Tras décadas de vivir en un basurero y ser rechazado incesantemente, la desesperación le lleva a escapar al juego de moda, Heros Duty, en donde sabe que podrá ganar una medalla que lo avale como digno de respeto, el problema es que su ímpetu lo hace crear un desastre que amenaza con descomponer irremediablemente todos los juegos del lugar y peor aún, con aniquilar el apacible mundo de una niña que al igual que él, sólo quiere ser aceptada.
Así, lo que comienza como una aventura en la que parecían involucrarse a fondo varios icónicos personajes del videojuego, termina como un cuento saturado de clichés que indudablemente brilla por sus altos valores de producción y entretenimiento en su forma más pura, pero no tiene la identidad que la publicidad prometía. Y para terminar con las dudas, Ralph, El Demoledor usa como temática al entretenimiento del pixel y nada más o dicho de otro modo, no hay competencias de Ralph con Sonic, ni lucha de poder entre Ralph y Zangief, mucho menos rivalidad de rudeza entre Ralph y Bowser, es sólo Ralph emprendiendo una aventura en compañía de personajes especialmente diseñados para la película. Lo que compensa tal decepción, y que le gana crédito, es que de principio a fin sobran cameos, casi todos son triviales, pero pueden contarse hasta 100 diferentes y la mayoría es garantía de risas.
Ahora, un gran atributo de Ralph, El Demoledor es que guarda positivas similitudes con otros éxitos de Disney, y las ideas que toma prestadas las utiliza con ingenio al aportar su propia dosis de personalidad. El puente entre juegos, un multiconector eléctrico, tiene gran parecido a la fábrica de Monsters Inc.; si a la idea de visitar la vida privada de los personajes de videojuego le ponemos juguetes queda Toy Story; y el concepto de mirar dentro del mundo digital es extraído de Tron. Y aunque podría decirse que peca de poco original, pues hasta podríamos encontrarle familiaridad con Who Framed Roger Rabbit o Scott Pilgrim vs. The World, la película merece las palmas por su narrativa envolvente que además de mantenernos más de media historia en el excesivamente empalagoso mundo de Sugar Rush, logra interesarte en las motivaciones de los personajes, mediante la estimulación de tu curiosidad por saber en qué concluye el caótico enredo.
Y hablando de protagonistas, la participación de John Lasseter, el director de Pixar y encargado de las producciones animadas de todo Disney, contribuyó a la creación de personajes entrañables, comenzando obviamente con Ralph, un torpe gigantón con un gran corazón y cuya voz en inglés es interpretada por John C. Reilly. Acompañándolo, está Vanellope von Schweetz, una traviesa corredora de autos que por una falla de programación es rechazada por sus compañeras de carrera, y a quien da vida la voz de Sarah Silverman en la versión original, y María Antonieta de las Nieves en la traducción al español. El diseño de los personajes es un verdadero acierto, dado que cada uno tiene una personalidad entrañable, y mientras Felix es una referencia obvia a Mario Bros., la intimidante pero sensual sargento Calhoun bien podría ser alter ego de Sarah Kerrigan y Anya Stroud, con todo y pasado tormentoso.
Para ser la producción animada de Disney más importante de 2012, Ralph, El Demoledor tiene poca variedad de locaciones, pero las que presenta hacen gala de una calidad que presume tecnología de vanguardia, especialmente durante las escenas de acción en el colorido reino de Sugar Rush o en las breves secuencias de disparos de Heros Duty. Ambos lugares lucen majestuosos y si bien son opuestos, tienen en común el estilo característico de Disney, además de aprovechar sutilmente el efecto 3D. La estereoscopía es un recurso ideal para las películas de animación, sin embargo no siempre se explota de manera adecuada y a veces resulta en objetos que saltan de la pantalla de forma exagerada; Ralph, El Demoledor tiene suficiente profundidad para cada elemento para aderezar la experiencia audiovisual sin distraerte por querer admirar los detalles.
Al final del día, es difícil encontrar una película de este tipo que realmente sea para toda la familia, y mientras estrenos recientes como Ice Age: Continental Drift están enfocados en la audiencia infantil, casos como el de ParaNorman (o 9 y Coraline en el extremo) evaden los gustos de los niños. Ralph, El Demoledor tiene el acierto de apelar a toda clase de público, y pese a no cumplir la expectativa del jugador convencional, es seguro que conseguirá sonrisas de muchos enamorados del entretenimiento del pixel. Su mayor virtud es que no hace falta estar empapado en el tema de los videojuegos para disfrutar la historia, pero si conoces a fondo cada una de las referencias, se disfruta aún más.
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