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Mezcla entre simulador de sociedades con exploración, recolección de recursos y crafting al estilo de Minecraft, The Tomorrow Children es una propuesta muy interesante en el papel, pero con una ejecución que ―a falta de mejores palabras― podríamos calificar de terrible. Por un lado, tenemos un juego con una visión sumamente original e innegablemente intrigante, con gráficos y diseños excelentes, pero, por el otro, tenemos mecánicas de juego tediosas, confusas y no muy desarrolladas, al grado de que que en algunos casos los diseñadores reconocen que sus dinámicas están rotas al ofrecernos microtransacciones para saltarlas. Vayamos paso por paso.
The Tomorrow Children se ubica en un extraño mundo alternativo en el que la extinta Unión Soviética intentó un experimento para fusionar las mentes de todos sus ciudadanos. El resultado fue catastrófico y la humanidad quedó al borde de la extinción. Sin embargo, algunas personas sobrevivieron, aunque parece que existen en una especie de océano cerebral en medio de la nada donde, a partir de los débiles recuerdos del mundo anterior, se ha creado una sociedad que, a imagen de la URSS de la era postrevisionista, mezcla igualitarismo y desigualdad, utopismo y distopía.
Eres uno de los sobrevivientes, una especie de pequeña muñeca de madera idéntica a otras ciudadanas. En esta sociedad todos tienen que cooperar en diversos roles: extracción de recursos, construcción de bienes comunales, autodefensa, etcétera. Entre más profundo sea tu compromiso con esta sociedad, mayor será tu rango y estatus en ella, lo que te permitirá acceder a mejores herramientas, uniformes, accesorios y demás. Periódicamente, tu pueblo será atacado por monstruos gigantes venidos del espacio no colonizado, un poco al estilo Kaiju (Godzilla y demás), así que tendrás que tomar las armas y expulsar a dichas amenazas, todo mientras multiplicas tu población mediante muñecas matrioshkas y haces algo de planeación urbana para expandir tu asentamiento mediante la interacción en línea con otros jugadores; incluso te permite elegir a tus líderes y políticas en pequeñas elecciones locales, pero siempre a la sombra del líder supremo.
El juego suena muy bien, pero detrás de estas ideas innovadoras se esconde la mayor distopía gamer: el tedio. El mayor problema es que la recolección de recursos es un proceso tedioso, repetitivo e impráctico. Resulta que las minas de recursos están en lugares lejanos a los que es imposible llegar si no tomas un autobús, porque la nada que está fuera de tu aldea te mata. Así que debes tomar el autobús, recoger cosas, guardarlas en tus pequeños bolsillos y regresar, una y otra y otra vez. El proceso es horrorosamente lento, y coincido con otro crítico que señaló que, por culpa de Minecraft, la gente ahora cree que grindear recursos es un sustituto de gameplay.
Otro problema mayúsculo es el crafting. Por alguna razón, para crear cualquier cosa debes resolver un horroroso rompecabezas de bloques deslizables cada vez. ¿Quieres una casita, una muñeca, una pica, una pala? Puzzles. Ahora bien, quizás es mi odio por ese tipo de rompecabezas, pero son tan exasperantes, que incluso los desarrolladores ponen la opción de saltar ese paso y crear de una buena vez el objeto... pagando dinero. Por supuesto, es dinero del juego, pero es súper difícil conseguirlo y la única manera de obtenerlo de manera segura son microtransacciones... Esto es una falla de diseño tremenda.
El combate tampoco es divertido. Periódicamente, aparecen criaturas gigantes para atacar a tu población, aunque generalmente lo que hacen es simplemente pasear por tu ciudad y aplastar todo con sus patas. La solución es alejarlos mediante cañones y barreras, pero el combate carece de toda emoción: sólo es un minijuego de disparar un obús a kilómetros de distancia. Hay más opciones para jugadores avanzados (incluyendo un robot gigante), pero la perspectiva de tener que resolver cientos de puzzles de cajita deslizable para que el jugador común tenga su propio robot resultó increíblemente lejana, como conseguir un televisor a color en la Rusia de los 80.
Otro gran problema de The Tomorrow Children es que las mecánicas de juego e incluso el diseño mismo de las ciudades es tremendamente confuso. Por ejemplo, cuando llegamos a la ciudad designada y nos pusimos a trabajar para crear nuestra casa, vimos el horrible puzzle, nos pusimos a resolverlo y de pronto un kaiju nos aplastó. Luego intentamos encontrar el Ministerio del Trabajo, pero a falta de un mapa, letreros, señalamientos y demás, la labor fue infructuosa. Hasta para ser una distopía el juego está mal hecho, pues no dudamos que alguien en el mundo del Gran Hermano o lo que sea supiera donde estaba el Ministerio que gobernaba sus vidas. El juego hizo que nuestro comunista interior añorara un gran edificio burocrático desde donde las órdenes fueran emitidas de manera clara y sencilla... o al menos un maldito letrero para ver dónde se reúne el consejo de obreros-soldados o lo que sea que gobernara esa ciudad.
Alguna vez el gran diseñador Sid Meier, creador de la serie Civilization, dijo que para hacer un buen videojuego debes crear un prototipo, y luego quitarle todo lo que no sea divertido. En su caso, conocemos el resultado: juegos adictivos en los que hasta la mínima decisión es significativa. The Tomorrow Children es completamente lo opuesto: como si alguien hubiera tomado lo más tedioso en, no sé, Minecraft o Sim City y le hubiera quitado toda la diversión. El resultado es uno de los juegos más angustiantemente monótonos y confusos que hayamos visto. El hecho de que puedas saltarte las mecánicas con dinero habla mucho más de lo que podríamos decir acerca de los problemas fundamentales del juego.
Sin embargo, no quereremos ser completamente negativos: The Tomorrow Children tiene potencial en muchos otros aspectos. La construcción de ciudades es un proceso complejo e interesante, pues implica repoblación, construcción de edificios y generación de energía, todo lo cual debe estar bien administrado. El juego tiene interacción social con otros jugadores, algo que lamentablemente no experimentamos mucho (pocos usuarios han adoptado el juego en esta fase cerrada), pero que seguro alterará significativamente la dinámica: es un tipo de Minecraft más social. Los gráficos son hermosos y el diseño de personajes, aunque no es para todos, resulta muy esmerado, al estilo de marionetas de Europa Oriental. El diseño visual es bello, pero también es confuso y quizás un urbanismo más claro nos habría convencido más.
En fin, en su estado actual, The Tomorrow Children es una utopía desperdiciada. Esto no quiere decir que no vaya a cambiar, pues se trata de un título en constante construcción y en el que el aspecto social, tan esencial, sigue sin estar desarrollado. Sin embargo, al menos desde nuestra experiencia y gustos personales, no podemos recomendar este título para todos. Es un juego que tendrá que desarrollarse con mucha paciencia por parte de sus usuarios, que serán más como los miembros de un experimento social que jugadores de un título que ―de entrada― sea divertido y disfrutable... una experiencia que nos deja un poco extrañados: buenas ideas, innovación, pero horribles mecánicas y un potencial que sigue sin ser utilizado.
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