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Volver a disfrutar el Devil May Cry de Ninja Theory me trajo buenos recuerdos. Inicié un archivo nuevo en la dificultad más alta y activé algunas de las novedades que añade la Definitive Edition: el hardcore mode y el turbo mode. El primero es un ajuste del sistema de estilo para hacer combos, los enemigos hacen más daño, debes ser más preciso para evadir y hacer parry y algunos cambios menores más; el segundo aumenta la velocidad del juego en 20%. Si a lo anterior sumamos que esta edición para PlayStation 4 y Xbox One corre a 1080p y 60 fps, tendremos uno de los sistemas de combate más satisfactorios en cualquier plataforma contemporánea.
Uno de los sistemas de combate más satisfactorios
Luego de un par de horas con el juego, recordé por qué me había gustado tanto la primera vez que lo terminé. Dejando a un lado la apariencia del personaje principal, Ninja Theory hizo un trabajo magnífico con los escenarios, que se destruyen en capas, están muy detallados y utilizan tipografía para generar en ti una sensación de hostilidad que pocos otros títulos tienen. Puedes sentir que el mundo conspira con tu aniquilación. Del lado del sistema de juego, el combate sigue siendo estupendo. Para enfrentar a los grupos compactos de enemigos cuya peligrosidad está bien balanceada, tienes a tu disposición un arsenal variado y divertido de habilidades, que además son introducidas por medio de una suave curva de aprendizaje. Con tu progreso, podrás adquirir nuevos movimientos que se ajusten a tu estilo de juego. El conjunto da como resultado una dinámica muy interesante: pelear significa aprender a controlar tu espacio y manipular a los enemigos a tu favor. De forma semejante a como Gears of War transformó la cobertura en plataformas entre las que debes desplazarte, en DmC los enemigos son puntos en el escenario entre los que debes moverte de la forma más eficiente posible.
Dante tiene movimientos que le permiten alejar enemigos y también acercarse a ellos. También puedes patearlos, emplear ataques que afecten a un gran número de oponentes o que hagan daño devastador a uno solo. El balance de los grupos de demonios que enfrentarás también te obliga a aprender en qué tipos de enemigos debes concentrarte, cuáles separar del grupo, en qué momento debes rebotar disparos o impulsarte hacia uno para esquivar el ataque de otro. Además, para esta edición, implementaron un sistema similar al Z-Targeting que permite enfocarte en uno solo. Imagina todo esto en la dificultad máxima, 20% más rápido y con el nuevo balance del hardcore mode. El resultado: combate frenético y calculado. DmC recompensa tu habilidad para pensar y ejecutar rápido. A lo anterior se suma una dinámica que me recordó al shooter clásico Ikaruga: tus gatillos son modificadores que alteran las propiedades de tu arma. Hay demonios que resisten unos ataques, mientras que son vulnerables a otros. Tú mismo eres afectado por esta dinámica: si ejecutas un ataque del color correspondiente en el momento adecuado, obtienes inmunidad. Usar esto a tu favor es desafiante y muy emocionante.
La campaña del juego, que dura unas 10 horas en dificultad normal, me sigue pareciendo buena. Tal vez algunos personajes rayan en el cliché, pero el título ofrece jefes interesantes, secciones increíblemente difíciles y también plataformas no tan bien ejecutadas como el resto del título, pero competentes. Es un recorrido emocionante que no pide mucho a otros grande exponentes del género.
Para quienes nunca pudieron superar que el nuevo Dante se parezca muchísimo a Tameem Antoniades, la Definitive Edition incluye nuevos disfraces para Dante y Vergil, que están inspirados en los diseños originales de Devil May Cry. Probé cada uno de los nuevos skins y, si soy sincero, comprendo ahora el por qué de la nueva apariencia: los viejos modelos desentonan con la estética del juego. Sin embargo, los fans empedernidos de la franquicia seguramente tolerarán más la entrega con estas adiciones, a pesar de que en ciertas cinemáticas tu skin no cambia la apariencia del protagonista.
La añadidura más sustancial, en mi opinión, son los modos turbo y hardcore
La Definitive Edition también incluye todo el DLC previamente lanzado para el original: la campaña Vergil's Downfall, paquetes de armas, disfraces y el modo Bloody Palace (y, nuevo para esta edición, puedes jugar con Vergil en él). En adición, hay nuevos modos de juego, como el mencionado hardcore mode, el must style mode y el gods must die mode.
Visualmente, por momentos olvidarás que estás disfrutando un juego de la generación pasada. La dirección de arte es coherente e interesante. La música, aunque definitivamente no es de mi agrado, entona con el ambiente desenfadado y caótico. La Definitive Edition añade mejoras modestas en la iluminación y las sombras, aunque necesitarás un ojo muy sensible para notarlas. Sin embargo, la suma de todas estas características resulta en una experiencia fluida y agradable. Si no disfrutaste el juego en su encarnación original y eres fan de los hack and slash, definitivamente necesitas este título.
Quienes lo disfrutaron previamente deben considerar si las adiciones justifican la compra. En términos de contenido, realmente sólo hay que considerar Vergil's Downfall si no lo jugaron. La añadidura más sustancial, en mi opinión, son los modos turbo y hardcore porque ofrecen una nueva perspectiva del ya de por sí excelente combate. Es una lástima que los desarrolladores hayan decidido alterar ligeramente el guión. El cambio es accesorio, pero pienso que los jugadores deberían tener opción de experimentar el título en su formato original.
DmC Devil May Cry: Definitive Edition es, en verdad, la edición definitiva de un gran hack and slash de la generación pasada. Si bien las adiciones exclusivas podrían parecer poco sustanciales, están basadas en la retroalimentación de los fans y restituyen un poco del viejo sabor de la franquicia. Es una oferta excelente para los amantes del género y los veteranos de la entrega original tienen un par de pretextos para regresar a este interesante y divertido juego.
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